Christoph W. Gluck, nacido en Alemania (1714), escribió sus más importantes óperas en Paris y Viena en el siglo XVIII e introdujo trascendentales modificaciones al género, porque como la ópera es un delicado equilibrio entre palabras, música y teatro, ese equilibrio siempre puede alterarse a favor de uno de los tres; de allí que siempre ha habido personas que consideraron la necesidad de hacer alguna reforma. Él reaccionó contra la predominancia musical de los cantantes brillantes, contra su excesiva ornamentación musical y sus exhibiciones. Trató de que el lenguaje, la poesía y la acción dramática de la ópera reflejaran una vez más la simplicidad y el poder de la tragedia griega. Orfeo y Euricide (1762) y Alceste (1767) -considerada como la más intensa y lograda de las obras de Gluck- son un esfuerzo por incorporar la antigua tragedia griega, y la estricta y elegíaca aproximación del teatro griego a las corrientes de la ópera vienesa de aquel entonces. Para Gluck la música debía también ser estricta, reflejando más que resaltando la acción dramática. Sus óperas muestran estas teorías; ambas tienen además libretos del notable maestro Calzabigi, poeta de la corte de los Habsburgo. Su texto y especialmente la audibilidad de las palabras formaban el núcleo funcional de esas obras que exigen un estilo de actuación sobrio, elegante y sombrío, muy diferente de la ostentación de algunas de las óperas serias del período.
En las obras de Gluck la melodía se convierte en un organismo perfecto, completamente equilibrado y la declamación dramática bella y exquisitamente expresiva. Despliega la sinfonía instrumental dando un fuerte poder característico a los timbres orquestales, una acción propia al desarrollo de la idea musical y un valor intrínseco como comentario de la fábula de la acción. La postura de Gluck que coincidió con el movimiento prerromántico, tuvo gran resonancia en los países germanos y marcó elcamino de la experiencia teatral de Mozart y Beethoven (Fidelio) y de la ópera romántica.
Orfeo ed Euridice, piedra fundamental en la reforma del drama musical, fue escrita primero en italiano, luego traducida al francés, es la primera ópera del repertorio clásico, aunque Orfeo de Monteverdi, compite con ella por el título. Pero aquella se representa con más frecuencia y es obviamente mejor.
Una de las propiedades de la buena música es la resistencia al transcurso del tiempo. Más de doscientos años han pasado desde que esta obra fue escrita y figura aún en el repertorio de la ópera. Es evidentemente una ópera renovadora que evita los fuegos artificiales de los castrati y crea en su lugar el calmo y sombrío tono de la tragedia clásica. Aunque no es una tragedia y tiene un final feliz, su humor y su tono son elegíacos y trágicos. En ella Gluck se esforzó en evitar el esquema aria-recitativo y con frecuencia lo logró, aunque su momento más famoso es el conmovedor lamento de Orfeo “Que faro sensa Euridice”. La ópera incluye también largas secuencias corales y de ballet y mucho dramatismo estático. El papel de Orfeo puede ser cantado por una mezzosoprano aunque fue escrito para un castrato, de acuerdo al estilo dieciochesco; ha sido a veces alterada para que pueda ser cantada por un tenor o hasta por un barítono
Una buena puesta en escena de la obra debe incluir el tono elegíaco, el canto controlado del coro y los solistas, y un estilo dramático caracterizado por la moderación clásica. Solo el control tanto vocal como dramático producirá el estilo dieciochesco elegíaco, con reminiscencias de la antigua tragedia griega. El arte griego, la verdadera fuente de la ópera, influye constantemente en los compositores como un modelo. Grecia que produjo las primeras representaciones reconocidas como operísticas, inspiró a muchos compositores posteriores para crear óperas según el ideal griego.
Después de haberla visto Juan Jacobo Rousseau exclamó “Puesto que se puede disfrutar de un placer tan grande durante dos horas, concibo que la vida sirve para alguna cosa”.
Sinopsis:
Acto I. Comienza la obra con una sinfonía viva y llena de carácter. Aparece en un bosquecillo de laureles y cipreses la tumba de Euridice, donde pastores y ninfas depositan coronas de flores y guirnaldas de mirto (cuando ella recogía flores en la pradera fue mordida por una serpiente y eso motivó su temprano paso al reino de las sombras). Orfeo, tendido en el proscenio sigue el desarrollo de las fiestas funerarias profiriendo entre apasionados lamentos el nombre de Euridice.
El Amor comunica a Orfeo que los dioses, compadecidos, le autorizan a descender a los infiernos.
Acto II: Cuadro primero. Interior de una hórrida caverna. Comienza la acción con unas danzas de furias y espectros, interrumpidas por las armonías de la ira de Orfeo que baja a los infiernos en busca de su amada. La música es fuerte4mente evocadora e impresionante.
Cuadro segundo. Se desarrolla en los Campos Elíseos donde moran las sombras de los bienaventurados y entre ellas la de Euridice. En un rapto de impaciencia toma su mano y, sin mirarla, trata de llevársela precipitadamente, acompañados hasta el umbral del Elíseo por los bienaventurados.
La suavidad, la dulzura, la luminosidad y expresión amable de este cuadro contrasta con el humor del precedente.
Acto III. Orfeo conduce a su amada, cogida de la mano, por un sombrío y tortuoso laberinto, sosteniendo un emocionante dúo que llena casi por completo este cuadro; el héroe no resiste el deseo de mirar a su amada y la pierde nuevamente. Canta entonces la aria “Che faró sensa Euridice”, una de las páginas más inspiradas y notables de Gluck, en la que alcanza una espiritualidad raramente igualada.. Es el momento culminante de la obra, que deja en el auditorio una impresión imborrable. La obra acaba con un brevísimo cuadro en el cual entre cánticos y danzas se celebra el retorno de Euridice y el triunfo del amor quien ha reunido otra vez a los protagonistas.
El libreto de la ópera realiza una variación sobre el tema clásico. Pues cuando por haber desobedecido el mandato de no verla antes de salir del reino de las sombras, Orfeo vuelve a perder a Euridice se narra que, inconsolable, anda errante por la tierra y muere desgarrado por una bacantes según unos, o unas mujeres de Tracia, cuyo amor había desdeñado, según otros; ellas arrojaron a las aguas del Hebro su cabeza y su lira.
Con razón esta ópera es considerada un brillante hito en los anales de la música teatral de todos los tiempos y países.