Extraido y editado de Radio Beethoven
En octubre de 1833 Donizetti presentó exitosamente en La Scala de Milán su hoy olvidada ópera “El furioso o La isla de Santo Domingo”. Tras este estreno el compositor firmó contrato con ese teatro milanés para producir de inmediato dos nuevas óperas.
Señálese que por entonces Donizetti tenía 36 años de edad y su producción operística llegaba a la no despreciable cantidad de 37 títulos. Entre ellas ya figuraban las exitosas “Anna Bolena” de 1830 y “El elixir de amor” de 1832.
La primera de las próximas nuevas óperas para La Scala sería “Lucrecia Borgia”, para lo cual Donizetti contaría con un libreto que estaba ya elaborando Felice Romani, uno de los más connotados profesionales de su tiempo en este oficio. La fuente de este libreto era la pieza teatral homónima de Victor Hugo, que se había estrenado en París a comienzos de ese mismo año 1833.
Lucrecia Borgia fue un personaje histórico, que vivió entre 1480 y 1519, y que perteneció a una de las más influyentes familias de la Italia del renacimiento, en la cual hubo dos Papas y un santo. Lucrecia fue famosa por su frágil belleza, pero también por su fuerte carácter y oscuras conductas envueltas de maldad.
Su padre fue Rodrigo de Borgia, quien, curiosamente fue cardenal e incluso llegó a ser Papa, con el nombre de Alejandro IV. Lucrecia tuvo tres matrimonios – con Juan Sforza, con Alfonso de Aragón y Alfonso D’Este – siendo este último el que aparece en la pieza teatral de Victor Hugo y también en la ópera.
El libreto de Felice Romani estuvo listo a fines de noviembre y Donizetti finalizó la partitura a tiempo para que, con los debidos ensayos, la ópera se estrenara en La Scala en la fecha prevista del 26 de diciembre de 1833. Si bien “Lucrecia Borgia” se representó en más de una treintena de oportunidades tras este estreno, el éxito de público y crítica fue muy discreto, siendo luego retirada.
Siete años más tarde, cuando “Lucrecia Borgia” viajó a Francia, en 1840, vinieron serios problemas para su representación. Victor Hugo, autor del drama que inspiró la ópera, reclamó derechos de propiedad autoral sobre la obra, acudió a los tribunales, entabló una demanda y la ganó. Por este motivo y acudiendo a simples resquicios legales “Lucrecia Borgia” tuvo que representarse en adelante con cambios en su argumento y en sus personajes. En Versalles, en 1842, se llamó “Nizza de Granada”; en París, en 1845, se la tituló “La renegada”.
Pero por otra parte, en Italia se acrecentaron problemas que desde el estreno de 1833 se veían venir: la ópera “Lucrezia Borgia” aludía a personajes históricos y dejaba mal a una influyente familia de cuyo seno habían salido un santo y dos Papas de la Iglesia Católica. Eso obviamente no era visto con buenos ojos.
Así entonces, para dejar complacidas a las autoridades italianas que la censuraban, la ópera se representó como “Eustorgia da Romano” en Florencia, como “Alfonso, Duque de Ferrara” en Trieste, como “Giovanna I de Nápoles” en Ferrara y como “Elisa da Fosco” en Roma. Finalmente Donizetti venció sobre Victor Hugo y sobre los censuradores y la ópera pasó a tener como definitivo su nombre original de “Lucrecia Borgia”.
En esta ópera, Donizetti tiende a alejarse de una suerte de amarre que lo dominó en sus comienzos y que, alejándose de los aspectos dramáticos, sobrevaloró el efectismo del belcanto. En “Lucrecia Borgia” hay, pues, un trabajo más acabado entre música y texto, el cual marca avances sobre una línea ya trazada con “Anna Bolena” tres años antes.
En “Lucrecia Borgia” vuelve a presentarse el singular fenómeno de personajes “travesti”, esto es roles masculinos encarnados por cantantes mujeres. Esta característica aparece en el personaje Maffio Orsini, quien debe ser abordado por una mezzosoprano. A modo de anécdota, señálese también que el Himno Nacional de Uruguay, compuesto por Francisco José Debali, en su línea melódica está si no directamente plagiado, por lo menos claramente inspirado en el gran concertado que cierra el prólogo de la ópera “Lucrecia Borgia”.
ARGUMENTO
La ópera se desarrolla en un prólogo y dos actos, en las ciudades italianas de Venecia y Ferrara, a comienzos del Siglo XVI.
Prólogo – Palacio Grimani en Venecia
Se celebra un baile de disfraces. Maffio Orsini, un joven noble, y Gennaro, un soldado de origen desconocido, comparten la fiesta con un grupo de amigos y se aprestan para salir hacia Ferrara para llevar a cabo una misión diplomática en la corte del Duque Alfonso D’Este.
Maffio Orsini cuenta una batalla en la que estuvo con Gennaro, pero éste, cansado de oír una vez más esa historia y la relación de las maldades de Lucrecia Borgia, la actual duquesa de Ferrara, se echa a dormir en un sillón.
Se van los amigos, y llega la propia Lucrezia Borgia, enmascarada y acompañada de su asistente, la espía Gubetta. Al observar al joven Gennaro dormido no puede disimular su ternura hacia el muchacho, que es su hijo secreto.
Aunque Gubetta pone en guardia a Lucrezia, ésta no quiere irse de allí sin ver a Gennaro despierto. El muchacho ignora quién es la bella dama desconocida y se enamora de inmediato de ella. Regresan los amigos, justo a tiempo para obligar a la incógnita dama a quitarse la máscara. Cuando lo hace, todos la reconocen como la malvada Lucrezia.
Comentan que no hay quien no tenga un familiar o un conocido que haya sido víctima de sus intrigas y crueldades. Así, Lucrezia es testigo de cómo destrozan su reputación delante de su mismo hijo, aunque éste sigue ignorando que se trata de su madre.
Acto primero
Escena primera – Una plaza en Ferrara
El Duque Don Alfonso, a través de sus asistentes se ha enterado de que Lucrezia estuvo con un tal Gennaro en Venecia, y que éste ahora ronda el palacio ducal. Sospechando una relación amorosa, Alfonso ordena que se detenga al joven. Al retirarse, aparecen los amigos de Gennaro con Maffio Orsini, que se ríen de la supuesta fascinación de Gennaro por Lucrezia. Para demostrar que no es cierto, Gennaro arranca del nombre “Borgia” de la fachada palacio ducal la B inicial, dejando así el acusador nombre de “orgía”. Se van todos, pero Gennaro es capturado por los hombres del Duque Alfonso a cuya presencia es conducido.
Escena segunda – Palacio Ducal de Ferrara
En una habitación, Alfonso ha informado a su esposa del asunto de la letra B y la duquesa insiste en que el culpable sea castigado. Alfonso hace entrar a Gennaro, quien ante el horror de Lucrezia, confiesa haber él quien arrancó la letra de la fachada del palacio. Alfonso decide matarlo y apartando un momento al muchacho, le da a elegir a la duquesa, horrorizada, el método de muerte. Ella elige que sea con veneno. Fingiendo amistad, el duque manda traer de nuevo a Gennaro y brinda por una supuesta reconciliación. El duque se va, satisfecho de haber administrado un veneno en el vino al que él se figura amante de su esposa. Pero ésta le proporciona un antídoto y Gennaro se salva y se escapa por una puerta secreta que le muestra la duquesa, que ha insistido en que debe marcharse cuanto antes de Ferrara. Gennaro queda completamente perplejo ante lo que ha podido ver en el palacio.
Acto segundo
Escena primera – Un patio frente a la casa de Gennaro.
Es de noche. Contra lo esperado, Gennaro sigue vivo. Un agente del Duque de Ferrara se dispone a matarlo, pero Gennaro se escabulle con Orsini, quien con su carácter despreocupado quiere atrasar la huida aplazar la marcha hasta después haber acudido al baile de la Princesa Negroni. De mala gana, Gennaro decide ir también al baile.
Escena segunda – Palacio de la Princesa Negroni
En un gran salón una fiesta está en todo su apogeo. En ella están Gennaro, Maffio Orsini y todos sus amigos. Se sirve vino de Siracusa, y todos beben, aunque Gennaro observa que el intrigante Gubetta, que también ha asistido, no prueba el vino. Maffio Orsini canta un brindis despreocupado y a pesar de que se oyen cantos misteriosos y fúnebres emprende una segunda estrofa. De pronto hace su entrada Lucrezia Borgia, quien anuncia al grupo de amigos que esta cena en Ferrara es en compensación del baile que le dieron en Venecia, y que todos van a morir, porque el vino estaba envenenado y los ataúdes ya están a punto. Gennaro sale adelante y dice que también hará falta un urna fúnebre para él, pues también bebió de ese vino mortal. Lucrezia se horroriza al ver que ha envenenado a su propio hijo y le ofrece un antídoto, pero Gennaro exige que haya para todos. Eso no es posible, pues sólo hay una dosis. Gennaro prefiere entonces morir con sus amigos. Así, mueren todos y, cuando llega el Duque Alfonso para detener a Gennaro, Lucrezia enloquece de dolor, sufre un ataque y cae muerta al momento que confiesa a su esposo que Gennaro no era su amante, sino su hijo.